Polvo eres...

 Foto: ADN.es

Durante las dos semanas que duró la excavación, el sol se empleó a fondo.
Cuando la excavadora ahondó hasta el punto indicado, el equipo de arqueólogos continuó la labor a mano. La máquina dio paso a la piqueta; la piqueta a la paleta y la paleta a la brocha.
Susana, la directora del equipo, no paraba de fumar, mitad por vicio, mitad por excitación. Entre calada y calada, fue apartando lo que sobraba, para ir dejando al descubierto, brochazo a brochazo, el cráneo, las clavículas, las costillas, las falanges, los fémures, las tibias y todo el esqueleto. Apenas quedaban restos de ropa. Tan sólo algunos jirones de tela y un trozo de zapato. También un viejo reloj oxidado.

Todo fue cuidadosamente inventariado y extraído, parte a parte, con el mimo de quien transporta una pieza de museo.

La emoción embargaba al grupo de personas que, cada día, se congregaba en aquel lugar, a las afueras del pueblo, para observar, atentamente, las labores de los arqueólogos.
Semanas después, las pruebas de ADN confirmaron que los restos que habían encontrado, pertenecían a la persona que buscaban. Los familiares, por fin, podrían darle sepultura y cerrar así una herida, que llevaba demasiado tiempo abierta.

Nadie invitó a Susana al entierro, pero ella asistió. Desde un rincón lejano del cementerio, para que nadie la viera, observó el fruto de su trabajo.

Cuando los operarios del cementerio sellaron el nicho, ella pisó la colilla de su cigarrillo, esbozando una leve sonrisa.
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Tras mi relato anterior, que era de una sola frase, -la que está en azul- varias personas me sugirieron que desarrollara una historia, vinculada a dicha frase. Pues bien, esta ha sido la historia. 
Ya que aquí no podía sorprender con el final, he intentado hacerlo con la historia en sí, escribiendo la que me ha parecido menos predecible. 
Espero haberlo conseguido.
Por cierto, ¡malditas sean las guerras!.

Relato microscópico.




Cuando los operarios del cementerio sellaron el nicho, ella pisó la colilla de su cigarrillo, esbozando una leve sonrisa.

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Un compañero del  Foro de Nuncajamás, (si te gusta escribir, deberías ingresar en él) proponía esta semana un relato de una sola frase. 

Querido Jefe.



Querido Jefe:

Desde que entré a formar parte de esta plantilla, he trabajado de forma incesante, sin presentar ninguna queja.

Siempre he seguido sus directrices y mandamientos.
He tratado de cumplir y hacer cumplir todas sus órdenes, intentando realizar mi labor de forma modélica y ejemplar.


Pero sabe usted que, para nosotros, corren tiempos difíciles.
La competencia se ha ído haciendo hueco y, en algunas ocasiones,  incluso nos ha ganado terreno.
Muchas personas sucumben a las tentadoras ofertas de nuestros rivales, asumiendo riesgos, sin importarles las consecuencias.
Eso hace mi labor mucho más complicada.

En esta situación, la ansiedad me puede. Sufro una sobrecarga mental, que frena mi capacidad de trabajo.
Ya sé que, en todos estos años, nunca he descansado ni un sólo día, pero las circunstancias, son ahora diferentes.
Necesito tomarme unas vacaciones.

Incluso los ángeles, necesitamos descansar.
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