Año nuevo, vida nueva.

Fotografía: © Pedro Cruz 2012


     A Jorge le bastaron treinta minutos después de las doce campanadas para darse cuenta de su irremediable error.

    En pie sobre la baranda de piedra del puente, miraba fijamente las turbulentas aguas del río, que esa noche recorría su cauce con una violencia especial.

     A lo lejos se oía a la multitud celebrando el nuevo año; una mezcla de música, voces y petardos.

     Jorge había vendido todo cuanto tenía y había gastado el dinero, pero el mundo seguía girando.

     Decidido por fin, sacó del bolsillo de su chaqueta el libro de profecías y lo arrojó al río.

     De vuelta hacia el centro de la ciudad, se cruzó en su camino una hermosa gitana.

    —Feliz año nuevo, guapo. Si me das unas monedas te leo la mano y sabrás qué te depara el futuro— le dijo la mujer mientras le guiñaba un ojo.

     —¡Vete a la mierda!— contestó él sin parar de caminar.
Jorge comenzó a reír a carcajadas mientras escuchaba, cada vez más lejos, las maldiciones de la gitana.


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