Luis, que hablaba poco, asintió con la cabeza, se levantó y caminó, pensativo, hacia la puerta.
Cuando cruzó el umbral, apareció ella. La vio caminando por el pasillo y el corazón le dio un vuelco.
Se fijó en sus ojos, su pelo, su forma de andar y la luminosa sonrisa que lució al decirle hola cuando llegó a su altura.
Por primera vez en su vida, Luis supo qué era enamorarse.
Al día siguiente volvió a ocurrir lo mismo, y al otro ...y al otro.
A sus 85 años, Luis se enamoraba, cada día, por primera vez.