Extracto del cuadro "Las hijas de Edward Darley Boit"
John Singer Sargent
La cena en aquel refinado restaurante, estaba siendo deliciosa.
El servicio ofrecía un trato exquisito.
Un cuarteto de cuerda liberaba suaves notas musicales, que flotaban en el ambiente. Su sonido solo era distorsionado por el ligero tintineo de las copas y el leve murmullo de los comensales.
Todo era perfecto, hasta que un breve fogonazo me cegó durante un par de segundos.
Fue entonces cuando pude ver a una preciosa niña, sentada en el suelo, abrazando a una muñeca.
No pude evitar levantarme para ir a su encuentro.
Cuando llegué hasta ella, sin dejar de mirarme fijamente, la niña se levantó y me cogió de la mano.
–Ven.–me dijo, sonriendo.
Entonces me di la vuelta. Pude ver el revuelo que se había formado alrededor de mi mesa. Un señor que decía ser médico, estaba arrodillado delante de mi cuerpo, masajeándome el pecho. En ese momento lo comprendí todo.
–¿Pero tú no eras un esqueleto que usaba guadaña?– le pregunté a la niña.
Ella me miró y, luciendo una dulce sonrisa, se encogió de hombros.
Pedro, me descubro ante ti: magistral es el relato que has escrito.
ResponderEliminarRecibe mi más sincera ENHORABUENA, por hecernos partícipes de tan excelso texto.
Saludos
Creo que da más miedo la imagen dulce de la muerte.
ResponderEliminarEstupendo relato.
Un abrazo.
Yo siempre he sabido que la muerte tiene cara de niña. No puede ser de otra manera. Muy buen relato.
ResponderEliminarAntorelo, muchísimas gracias.
ResponderEliminarQuería ponerle a la muerte un rostro más agradable del acostumbrado.
Estoy muy agradecido por tus elogios.
Hola, Negrevernis.
ResponderEliminarCiertamente, una imagen agresiva y tétrica muestra su maldad, pero a un rostro dulce y angelical no se le ve venir.
Un abrazo.
Medina, quizás tengas razón.
ResponderEliminarYo, por si acaso, espero tardar muuuuucho tiempo en verle la cara a esa señora. :)
Un abrazo.
Me ha hecho pensar al demonio viste de azul...
ResponderEliminarQué muerte tan dulce, monsieur.
ResponderEliminarNo parece tan terrible si es una niñita la que nos conduce de su mano. Así es más fácil irse, sin miedo y sin pena.
Buenas noches, monsieur
Bisous
Quizá pueda ser así el rostro de una muerte dulce y rápida.
ResponderEliminarComo tú, espero que venga a visitarme más tarde que pronto. Es una cita que no me importa posponer.
Estupendo relato Pedro.
Simplemente espectacular, me quedo sin palabras...
ResponderEliminarHas convertido a la dama de negro en una niña¡¡¡¡
Esto si que no lo esperaba...
De todas formas dicen que la muerte tiene mil caras, mejor que sea la de una niña...
Saludos
Hola, Óscar.
ResponderEliminarCreo recordar que El demonio vestido de azul es una película de cine negro, aunque creo que está basada en un libro. En cualquier caso, no conozco ni la película ni el libro.
Gracias por tu visita.
Pues sí, Madame. Seguro que así, el viaje resulta más agradable.
ResponderEliminarBuen comienzo de semana.
Hola, Ciribulle.;)
ResponderEliminarLa verdad es que, ya que no podemos eludir esa cita, lo mejor es retrasarla lo más posible.
Muchas gracias.
Un abrazo.
Hola, Flores.
ResponderEliminarCiertamente, dicen que la muerte tiene mil caras, aunque nadie que la haya visto, ha podido regresar para contarlo.
Puestos a imaginar a una compañera de viaje, prefiero que sea una dulce niña.
Muchas gracias.
Saludos.
Esta vez, especialmente, me has dejado fuera de juego. No me esperaba, en absoluto, el desenlace.
ResponderEliminarVeo una progresión más que interesante en tus relatos, casi tanto como tu progresión ..... al comprarte la cámara nueva ;-)
A ver si me enseñas esa cámara que es capaz de convertir el agua en una niebla chulísima.
Un abrazo amigo.
¡Hola, Mo!.
ResponderEliminarMuchas gracias, hombre.
En cuanto a lo de la cámara, cuando quieras echamos un ratillo.
Lo del agua se llama efecto seda.
Se trata de darle un tiempo de exposición largo, es decir, que la cámara esté abierta más tiempo del normal, para que el agua salga "movida". Así, parece que el agua es una especie de velo.
Un abrazo.
Me fascinó, Perikiyo. Me esperaba algo, pero también me desbordó la sorpresa.
ResponderEliminar¡Uff, qué intenso!, hasta me provocó escalofríos.
ResponderEliminarQue bien tomado el pulso al momento previo de la muerte. El infarto y el momento del túnel visto desde tu perspectiva. "Se te ha perdonado la vida" vuelve...
ResponderEliminarSolo que la muerte sonríe y deja atrás esa imágen tétrica a la que la literatura nos tiene acostumbrados.
Como siempre tus relatos dejan buen sabor.
Un beso y feliz semana
Magnifico relato, ojalá tardemos muchos años en conocer a tan encantadora niña.
ResponderEliminarBesinos.
Sublime. Como siempre
ResponderEliminarUn abrazo habibi
Increile final.Esa si que es una muerte dulce...y que tarde en llegar.
ResponderEliminarUn beso.
De la mano de los niños cualquier cosa es mucho mejor, pero reconozco que he sentido un escalofrío con este final inesperado
ResponderEliminarbesos.
Impresionante. Me has dejado... sin palabras.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus relatos. Es un gustazo pasar por aquí.
Un beso grande.
Lourdes.
Gracias, Francisco.
ResponderEliminarEs lógica, la sorpresa. Quién puede pensar algo malo de una dulce niña.
Un abrazo.
Hola, Gracielawer.
ResponderEliminarNo me extraña que hayas sufrido escalofríos. Al fin y al cabo, quién iba a esperar que la muerte estuviera encarnada en esta dulce niña.
Besos.
Hola, Katy.
ResponderEliminarMe alegro de haberte dejado buen sabor.
Muchas gracias. Feliz semana.
Hola, Fabia.
ResponderEliminarMe uno a tu deseo.
Gracias por tu visita, amiga.
Besos.
Hola, Habii.
ResponderEliminarNo sabes cuánto me alegro de verte por aquí.
Muchas gracias, amigo.
Un abrazo.
Hola, Laura M.
ResponderEliminarEs cierto. Por muy dulce que pueda ser la muerte, que tarde muchísimo en llegar.
Besos.
Hola, Ceferina.
ResponderEliminarNo eres la única que ha sentido un escalofrío. También le ha pasado lo mismo a Gracielawer.
Besos.
¡Lourdes!
ResponderEliminarLo que es un gustazo es recibir visitas como la tuya.
Muchísimas gracias, guapa.
Un besazo enorme.
Estupendo. también la llaman la negra dama, o un señor serio que juega bien al ajedrez...quien sabe :)
ResponderEliminarSaludos :)
Hola, Explorador.
ResponderEliminarCreo que hay tantas encarnaciones de la muerte, como personas.
Saludos.
La muerte, esa gran desconocida!
ResponderEliminarMe encantó, y la imagen dulce de la muerte es perfecta. Los estereotipos no me gustan.
ResponderEliminarMe alegro de leerte otra vez :D
Delicioso relato, Perikiyo. Inesperado final. Y breve, como un microrelato exquisito. Me ha encantado.Un beso
ResponderEliminarHola, Pedro, he pasado por aquí parq ver si se me había pasado alguna entrada, pero veo que no.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy bueno! Me ha gustado mucho. Este es uno de esos micros que acabarán siendo modelo para mí :)
ResponderEliminarUn abrazo y sigue así
Pasé a saludarte y dejarte un beso.
ResponderEliminar¿Estás bien?
Hasta pronto.
Para quitarse el sombrero, me ha encantado y un toque hasta dulce de la muerte.
ResponderEliminarAunque estes ausente por las obras tienes un nuevo seguidor
http://dalecalor.blogspot.com
Vaya, acabo de descubrir el blog y la primera entrada anuncia un breve tiempo sin publicar... : (
ResponderEliminarHe leído el relato ''La Cena'' y he de decir que me ha dado una breve y grata sorpresa. De modo que visitaré el sitio de nuevo. Enhorabuena y gracias por compartir tus escritos.
Simplemente espectacular, me quedo sin palabras...
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