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Todos se sentaron a la mesa.
Mamá trajo, desde la cocina, una humeante cacerola, que despedía el aroma de un delicioso guisado de patatas con carne.
Solían comer muchas patatas, pues estaban a buen precio, pero la carne era un manjar poco habitual en aquellos tiempos.
Pero era Navidad. En esa fecha, mamá siempre conseguía el milagro.
Luis, el pequeño de la casa, contemplaba con admiración cómo su madre llenaba los platos, uno por uno, mientras los sonrientes comensales aspiraban el vaho que desprendían sus respectivas raciones.
El niño lamentó que Bobby, su perro, desapareciera el día anterior.
Habría compartido las sobras con él.
Me he quedado sin palabras...
ResponderEliminarMe gustaría poder contar una historia como esta en pocas lineas.
Es buenisima.
Un beso
Ay, monsieur, no!
ResponderEliminarQue crueldad! Espero estar equivocada y estar pensando mal, jijiji.
Yo preferiria ayunar aunque fuera navidad. El hambre no puede dolor tanto como eso.
Buenas noches
Bisous
Humor negro y bastante cruel. Pero cuando el hambre acucia, todo puede ocurrir. Si sacia y puedes sobrevir vale.
ResponderEliminarEn la guerra cuentan que en Madrid desaparecieron todos los gatos:)
Hay países de hecho en dónde se come todo lo que se mueve.
Como siempre te superas...
Un beso
Laura, muchas gracias por tus palabras. Tú sabes cómo contar una historia con pocas palabras. A veces, con ninguna. Basta con mirar tus fotografías.
ResponderEliminarUn beso.
Madame, puede que esté usted pensando mal ...o tal vez no.
ResponderEliminarLas palabras son las que son. Están abiertas a diferentes interpetaciones, je,je.
Buenas noches.
Hola, Katy.
ResponderEliminarEs cierto, cuando hay hambre, cualquier cosa vale.
También es verdad que la comida es cuestión de culturas. Lo que a nosotros nos puede repugnar, es un manjar en otros lugares y viceversa.
Pero vamo, que a buen hambre, no hay pan duro. ;)
Besos.
Perikillo, me gustan prácticamente todas las historias que compartes. Esta me ha gustado especialmente. Me he quedado con la boca abierta con la penúltima frase. Yo ya estaba imaginando esas papas humeantes, aghhhhhh.
ResponderEliminarEnhorabuena maestro!!! (como diría el maestro - en los ruedos - Tati)
Joé.. joé Pedro, me asombras como siempre.
ResponderEliminarHabría que hablar mucho sobre el acto de comerse en Navidad al perro del niño pequeño...
¿Crueldad?...hambre?...amor a la familia?... respeto a la tradición de buena cena en Navidad?, en fin, de todas maneras: ¡Un tanto desagradable el desenlace de tu relato! Pero hay que reconocer que en literatura cabe todo.
Un abrazo
v.j.
Gracias, Mo.
ResponderEliminarEs que hoy, con el diíta que nos ha hecho, unas buenas papas humeantes nos habrían arreglado el cuerpo, je,je. Eso sí, la carne de ternera o algo así. ;)
Un abrazo.
Amigo Uvejota:
ResponderEliminarEfectivamente, el acto de comerse al perro del niño pequeño en Navidad, puede ser catalogado de muchas formas. Amor a la familia, crueldad, hambre... pero a lo mejor no se comieron al perro del niño.
En el relato solo está escrito que el niño echaba de menos a su perro, je,je.
En fin, por ahí van los tiros. ;)
Un abrazo.
Bueno pues yo me quedo con el gran corazón de Luis y acordarse de Bobby para compartir con él la dicha de una buena cena y si me permites alargar la historia con tintes navideños, tras el postre se escuchó un rasca en la puerta de la casa era Bobby que volvia despues de tirarse una aventura por el barrio y feliz Luis le ofrecio su parte...
ResponderEliminarAdoro a mi perro se llama Iker, no puedo interpretar de otra manera tu texto, me partiria el corazón.
Muaks.
woooow... me encanta que dejas mucho a la imaginación y mi imaginación vuelaa!!
ResponderEliminarBesos :)
Caramba, pobre Bobby pero cuando hay hambre no caben sensibilidades.
ResponderEliminarBesinos.
(he visto el video de la tv y me gustó mucho)
...muy emotivo e intimista. Felicitaciones por esa facilidad que tienes de plasmar tantos sentimientos con pocas palabras. Me ha gustado mucho. Saludo cordial.
ResponderEliminarRamón
Alalba...
ResponderEliminarMe parece un final espléndido para la historia.
Al fin y al cabo, en ningún momento se me había ocurrido otro a mí. ;)
P.S.: Ráscale a Iker detrás de las orejas de mi parte.
Muaks.
Gracielawer, me consta que tu imaginación vuela, y mucho.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Besos.
Fabia, el hambre, en ocasiones, pone una gran venda en los ojos.
ResponderEliminarSiempre es in placer tenerte por aquí.
Gracias por ver el video.
Besinos.
Muchísimas gracias, Ramón.
ResponderEliminarUn cordial saludo también para tí.
Jo... yo no quiero interpretar que la carne humeante es Bobby. Yo apuesto toda mi fortuna a que en realidad estaban comiendo sobras de otra gente. Cosas que la gente desecha, desechamos porque se ha pasado un día la fecha de caducida, o porque se nos ha ido la mano en el Mercadona y nos encontramos con tres bandejas de carne en el frigorífico...
ResponderEliminarNo, no era Bobby. Una madre de familia que prepara amorosa papas con carne, no podría matar al perro de su niño para darle de comer... O sí...
Ay, Dios, mi amigo, como lo haces para dejarme siempre pensativa y llena de mil sensaciones distintas. Si es que lo tuyo tiene delito :)
Besos cálidos como esa comida familiar que dibujas, un poco puñeteramente eso sí, jaja.
Muak, muak y requetemuak!
Perikiyo...
ResponderEliminarLa madre que te trajo¡ me has dejado el cuerpo cortao. ayyy, el pobre perrito. Sin palabras me quedé...
Un abrazo
Hola Pedro,
ResponderEliminarAntes que todo darte las gracias por tus buenos deseos.
Sobre la historia...una vez más felicitarte por este arte tuyo en sorprendernos.
Un abrazo amigo.
Perikiyo, esta vez te has pasado un poco: me has dejado descolocado. El relato esta muy bien construdo, pero creo que hay demasiada crueldad. Aunque estas cosas o parecidas ocurrían en tiempos no muy lejanos.
ResponderEliminarBuen fin de semana.
Saludos
Cuanta emocion y cuantos sentimientos en tan pocas lineas.
ResponderEliminarLa navidad no me gusta ni un poco pero ahora menos... ja, ja, ja.
Por cierto me acabo de dar cuenta de que mi hijo también se llama Pablo¡¡¡
Saludos
Mi querida Elena, no te preocupes. No era Bobby.
ResponderEliminar¿O acaso he escrito yo que era Bobby?
Pues eso. La carne la consiguió la madre en un sorteo de la parroquia, o algo así.
Si dices que lo mío tiene delito, seguramente tengas razón.
De eso sabes mucho más que yo. ;)
Un millón de besos, amiga mía.
Félix...
ResponderEliminar¡Ja,ja,ja,ja! Me ha hecho gracia tu comentario.
No te preocupes, hombre. Si no tiene por qué ser el perrito, je,je.
Un abrazo.
Eric, no tienes que agradecerme nada.
ResponderEliminarTe deseo lo mejor, de corazón.
Soy yo quien tiene que darte las gracias por las muchas veces que me has ayudado a ilustrar mis historias.
Mucha suerte.
Un fuerte abrazo, amigo.
Antorelo, te agradezco que elogies mi relato.
ResponderEliminarLa crueldad es muy relativa.
Primero, porque, en ningún momento, aparece en el relato que se hayan comido al perro, aunque reconozco que hay indicios de que podrían haberlo hecho.
Segundo, porque si la carne fuese, por ejemplo, de ternera, ¿sería menos cruel la muerte del animal?
¿Es que si matamos animales en serie para alimentarnos, somos menos crueles que si lo hacemos con uno en concreto?
No sé, creo que esta historia da que pensar más de lo que yo creía.
Imagina que la familia ha criado una gallina, para luego matarla. O un cerdo, para después hacer la clásica matanza. Seguro que eso no escandalizaría a nadie, pero, ¿sería menos cruel?
Me parece que esta historia da que pensar más de lo que yo imaginaba.
Habrá que meditar sobre el asunto.
Un saludo.
Flores ¿no te gusta la Navidad? A mí me encanta. Me gustan las reuniones y cenas en las que se produce el reencuentro con toda la familia, o la cara de mis hijos cuando reciben sus regalos.
ResponderEliminarY mira por dónde, tenemos un tocayo, je,je.
Saludos.
Iiiigggggh!
ResponderEliminarNegrevernis, no sufras. La madre de Luis era una excelente cocinera. ;)
ResponderEliminarQuizá Bobby pudo escapar y no le quedaron ganas de sobras, también. En fin, macabramente divertido ;)
ResponderEliminarUn saludo
ahhhhhh!!!!!!!!!!!! pobre perro!!!!!!!!!!!!!!!!!!! :(
ResponderEliminareso sí, el micro muy bueno!
pero pobre perro!!!
Sin palabras. Me lo imaginé todo, en cualquier momento te hago un dibujito del momento :)
ResponderEliminarSaludos!
Hola, Sara.
ResponderEliminarQue no, mujer, que al perro no le pasó nada... o sí. ;)
Muchas gracias.
Explorador...
ResponderEliminarEs una posibilidad. ;)
Saludos.
Akanesita, me gustaría ver ese dibujo. ;)
ResponderEliminarSaludos.
Ay madre, mira que comerse al perro.
ResponderEliminarNos parece algo terrible, pero es porque nunca hemos tenido hambre, lo que se dice hambre
Besos
Nela
Ay Dios mío! Milagros de Navidad eran los de antes!
ResponderEliminarBesos, buen fin de semana!
Hola Perikiyo tienes un regalito en mi blog de Pasitos Cortos, puedes recogerlo si te apetece con toda libertad
ResponderEliminarhttp://katy-pasitoscortos.blogspot.com/2010/11/dos-regalitos-y-uno-repe.html
Un beso y feliz semana
Es muy bonito. Breve pero intenso.
ResponderEliminarUn beso y que comiences bien la semana, Perikiyo!
Mi madre cuenta que en aquellos duros años de posguerra desaparecian perros y gatos; ahora nos parece una atrocidad pero cuando hay hambre... te comes lo que pillas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Nela.
ResponderEliminarTienes razón. El punto de vista de una persona cambia, con total seguridad, según las circunstancias.
Besos.
Nicol, me daré una vuelta por ese directorio de blogs.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Cris, qué bueno verte por aquí.
ResponderEliminarSi que eran milagros, ¿verdad? ;)
Besos.
Katy, me pasaré por Pasitos Cortos a recoger ese regalo.
ResponderEliminarGracias, amiga.
Besos.
¡Hola, Carpe!
ResponderEliminarMuchas gracias por tus buenos deseos y por tu visita.
Besos.
Es cierto, Ceferina.
ResponderEliminarA buen hambre, no hay pan duro, ni perro que se le resista.
Un beso.
Un rebote desde los dominios de Katy me ha traído hasta aquí y me ha encantado. Me gustan los relatos abiertos, los que cada lector concluye.
ResponderEliminarHermosa escena, cálida, tierna y, al final, con una pequeña lágrima que nos deja pensando.
ResponderEliminarSaludos :)
Vamos que el niño también comía las sobras.
ResponderEliminarHola, Francisco.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado.
Es un placer haber recibido tu visita.
Bienvenido a Barataria.
Oscar, la verdad es que, según parece, lo que se comió el niño fue el perro. Pero vamos, tampoco se explica claramente. ;)
ResponderEliminarSaludos.