El día de su debut, mientras escuchaba el murmullo impaciente del público, el joven Nuño se tragaba los nervios sin masticar.
Cuando subió al entablado, la muchedumbre irrumpió en eufóricos gritos y aplausos.
Tras una breve introducción del alguacil, le tocaba a Nuño hacer su trabajo.
Se hizo el silencio.
Nuño se colocó en su lugar, agudizó la vista a través de los agujeros de su capucha, adelantó una pierna y elevó el hacha. Un rayo de sol impactó en el metal del arma, produciendo un reflejo tan brillante, como macabro.
Rotundo, preciso y poderoso, con los nervios ya digeridos, Nuño consiguió decapitar al condenado de un solo golpe.
El silencio se transformó, de súbito, en una locura colectiva de exclamaciones sin sentido, al tiempo que Nuño mostraba la desalmada cabeza del desdichado.
En primera fila, una mujer se mantenía en silencio, mirando fijamente al verdugo, mientras le resbalaban dos lágrimas por las mejillas.
Complacida, pensaba para sí: “Qué bien lo ha hecho mi niño. Ha nacido para esto”.
Por favor.... Qué horror (no por el relato, sino por la impresión).
ResponderEliminarUn abrazo. Se te echaba en falta.
Eso sí que es orgullo de madre, monsieur, y apoyo incondicional.
ResponderEliminarEspero que esté pasando un hermoso verano!
Feliz fin de semana
Bisous
Hola Perikiyo!! Muy bueno amigo. Un final que estremece, las madres a veces no reflexionamos y creemos que nuestros hijos son lo mejor.
ResponderEliminarUn microrrelato que es como un sacudón. Es un efecto excelente.
Feliz fin de semana!!
Besosssssss
Pedro, tras la ausencia te has crecido. Cierto es que el relato es intenso, pero es un texto soberbiamente estructurado y rematado. Siempre es agradable leerte.
ResponderEliminarSaludos
Para una madre es difícil el ser objetiva y coherente.
ResponderEliminarEn esa época tal vez ser verdugo era una profesión digna. Y en vez de llorar por lo que su hijo había hecho lloraba de felicidad por lo bien que lo habia hecho. Había conseguido un trabajo al menos.
Todo es relativo. Depende del lado en el que se esté.
Real como la vida misma.
Lo has bordado como siempre.
Un beso
te noto cada vez un poco mas , no se como decirlo, tus textos son como mas violentos... :) me gusta
ResponderEliminarUn relato macabro, pero muy interesante. La visión de la madre es la única compasiva, la abnegada que ama a su hijo por encima de las circunstancias. ¡Bravo!
ResponderEliminarComo me hacia falta leerle amigo!
ResponderEliminarUsted siempre me deja esta sensación de... extrañeza, nunca la historia es como se espera!, me gusta! :).
Como siempre excelente. Saludos :)
Uff, cuánto tiempo sin pasarme por aquí, esto de alejarme de la blogósfera me deja con muchas cuentas pendientes.
ResponderEliminarEl cuento, como siempre, es excelente y sorprende. Me ha gustado mucho :)
Saludos, es bueno estar de vuelta.
Que bueno, impresionando como siempre.
ResponderEliminarSaludos,
Laura.
Ja, ja, ja... la mamá del artista que orgullosa¡¡¡
ResponderEliminarSupongo que en otros tiempos tuvo que ser un buen oficio...
Nosotros seremos capaces de estar orgullosos de nuestros hijos hagan lo que hagan?, ya me ha dado el tema para calentarme la cabeza un poco...
Saludos
Negrevernis, supongo que tú estarás bastante acostumbrada a situaciones parecidas. Me refiero a esos típicos padres que siempre aplauden lo que hace su hijo, sea lo que sea.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias.
Pues sí, Madame. Supongo que la maternidad es capaz de eso y más.
ResponderEliminarNo está siendo malo el verano. Espero que usted también esté disfrutando.
Bisous.
Hola, Gabi.
ResponderEliminarSi es que, donde esté el amor de una madre, que se quiten todos los demás.
Muchas gracias, amiga.
Besos.
Hola, Antorelo.
ResponderEliminarCelebro que te haya gustado y agradezco enormemente tus elogios.
Un saludo.
Hola, Katy.
ResponderEliminarRealmente, todas las situaciones de la vida pueden tener diferentes puntos de vista. Ahí está la clave de este relato.
Muchas gracias.
Besos.
Óscar, he soltado una carcajada al leer tu comentario. No me había parado a pensarlo, pero, realmente, en los últimos relatos que he escrito está la muerte de por medio.
ResponderEliminarTal vez tengas razón, je,je.
En cualquier caso, me alegro de que te guste.
Saludos.
Hola, Francisco.
ResponderEliminarSi es que madre no hay más que una.
Muchas gracias.
Un abrazo.
Akanesita, a mí me hacía mucha falta escribir. Últimamente dispongo de muy poco tiempo para dar rienda suelta a la imaginación, delante del teclado.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus palabras, amiga.
Saludos.
Hola, Ana Laura.
ResponderEliminarLa verdad es que yo también ando más alejado de la blogosfera de lo que me gustaría.
Es bueno que estés de vuelta. Te debo unas cuantas visitas. ;)
Saludos.
Muchísimas gracias, Laura.
ResponderEliminarMe alegro de que te guste.
Saludos.
Hola, Flores.
ResponderEliminarSi es que tienes una mente muy inquieta. Eso es bueno.
Realmente, da qué pensar el hecho de que nuestros hijos puedan o no hacernos sentir orgullosos, hagan lo que hagan.
Creo que no me gustaría mucho ver a mi hijo convertido en un verdugo, por muy bien que lo hiciera.
De todas formas, nunca hay que decir "de este agua no beberé".
Vaya, creo que yo también le voy a dar unas vueltecitas al tema, je,je.
Saludos.
Nunca pensé que los verdugos tuviesen madre, esto da una visión distinta al final de la historia, de todas formas da miedo, un saludo.
ResponderEliminarAy como entiendo los nervios de Nuño!
ResponderEliminarLas madres siempre nos parece que nuestros hijos son los mejores, los más guapos y los más listos. Menos mal que no tenía texto que si no...
Como siempre muy buen relato.
Bss.
Insólito como todos tus relatos, sorprendente final...supongo que era una obra de teatro, jeje...sino...no me gustaría ser la madre de un verdugo!
ResponderEliminarMuaks
Genial el relato, simplemente excelente.
ResponderEliminarLa verdad es que tal como están las cosas, es motivo de llanto encontrar un trabajo "manque sea" de verdugo ;-)
Un abrazo.
Acabo de releer lo que escribí y, ciertamente, no tiene ni piés ni cabeza...
ResponderEliminarTampoco recuerdo lo que quería decir, por lo que no voy a intentar arreglarlo ;-)
Saludetes.
Ese orgullo de madre..jejejej. Ayer estuve viendo un rato "El verdugo" en la tele, y ahora la volví a recordar :)
ResponderEliminarUn saludo :)
Hola, Mamé.
ResponderEliminarSiempre es bueno pensar en los distintos puntos de vista de cualquier historia, incluso el de la madre de un verdugo.
Ciertamente, puede dar miedo.
Saludos.
Hola, Ceferina.
ResponderEliminarAy, las madres. Si es que haber llevado a alguien dentro es algo que pesa mucho.
Besos.
¡Hola, Mo!
ResponderEliminar¿Ves?, ese es otro punto de vista interesante, je,je. Con tanto paro, uno puede llorar de emoción al encontrar un trabajo, sea el que sea. Y una madre, más todavía.
Un abrazo.
Explorador, es curioro.
ResponderEliminarYo también ví ayer "El Verdugo" en la tele y me acordé de mi relato.
Saludos.
Muy bueno el cuento, inesperado el final.
ResponderEliminarSaludos.
Uff...
ResponderEliminarDurante el relato pensé que al final llegaría "el ángel" y le cogería el hacha.
Sorprendente final, que hace del relato una bonita reflexión.
Gracias, guapo.
Besitos.
Una madre siempre estará orgullosa de sus hijos, sean lo que sean.
ResponderEliminarBárbaro relato, qué sangre tan fría!! :S
Saludos Perikiyo :D
Gracias, Marinela.
ResponderEliminarMe alegro de que te guste.
Saludos.
Hola, Lourdes.
ResponderEliminarPues no, no llegó ningún ángel. El pobre condenado perdió la cabeza.
Te eché de menos el otro día en el campo. Pasamos un buen domingo.
Besos, guapa.
Hola, Wereja.
ResponderEliminarMadre no hay más que una. :)
Saludos, amiga.
a eso se le llama pasión de madre y lo demás son tonterías...
ResponderEliminarPor cierto soy Pérfida
Un saludo coleguita